domingo, 17 de septiembre de 2017

Buscando nieve en la Sierra Tarahumara.

Hacía ya mucho tiempo que anhelaba con toda el alma viajar a Chihuahua y es que buscando en internet los paisajes que tiene este grandioso estado, lo primero que quieres es verlo con tus propios ojos. Y es que como alguna vez leí, prefiero ver con mis propios ojos una sola vez un lugar que escuchar mil veces hablar de él. Y eso era lo que me pasaba con la Sierra Tarahumara.
Una amiga muy querida que comparte estas ganas locas de conocer el mundo conmigo, fue la responsable de este viaje.
Compramos los boletos de avión de Monterrey a Chihuahua y a las 5 am de un viernes estábamos sentadas en el aeropuerto esperando el avión que nos llevaría a esta belleza de lugar, sin ningún itinerario armado y con solo 1 noche de hospedaje nos aventuramos a conocer Chihuahua. Aterrizando, Chihuahua nos regalo un pequeño aeropuerto resguardado por unos cerros color café y 3° C en el termómetro, mi primera impresión fue estupenda y lo más lindo sin dudar fueron los chihuahuenses que a diferencia del clima de su ciudad, emanaban una calidadez humana y una amabilidad que me sorprendía. Al no tener ni la más mínima idea de como salir del aeropuerto nos acercamos a una mujer y amablemente ella nos dirigió a un guía de turistas que se ofreció a acercarnos a la terminal de autobuses ya que teníamos que llegar a Creel al medio día.
Después de tan amable aventón esperamos nuestro autobús en una pequeña estación mientras desayunabamos unos clásicos burritos chihuahuenses.

4 horas viajando hacía Creel viendo la maravillosa Sierra Tarahumara fueron la mejor introducción para saber que maravillas nos esperarían durante ese viaje. Creel nos recibió con un aire fresco y una hostes en "La Posada Santa Cruz"con un corazón mas grande que Chihuahua, inmediatamente nos platico de su vida en el hostel y de las cosas que podíamos hacer en Creel.


Lo bonito de Creel es su simplicidad y a su vez la majestuosidad que lo rodea, no hay ningún solo punto de este pueblo que se resista a ser fotografiado. Pasamos la tarde descubriendo lugares y la finalizamos en la terraza de un café tomando un capucchino y admirando el movimiento del lugar.
Al siguiente día después de desayunar no dirigimos a rentar bicicletas y conocer el circuito raramuri.
Sin conocer el camino que nos esperaba comenzamos a recorrer la serpenteante carretera con las vistas mas espectaculares de la Sierra Tarahumara, después de un par de fotos y de un gran esfuerzo físico, agotadas y muy sedientas llegamos al Lago Arareko. Lago rodeado de hermosos guardianes verdes que contrastaban con el azul de su agua, grupos de Tarahumaras que vendian recuerditos o pasaban el dia disfrutando la magestuosidad del lugar.


Decidimos continuar con nuestro recorrido para llegar al Valle de los Monjes, a punto de darnos por vencidas por la complejidad de el camino que atravesábamos y la gran distancia que teníamos que recorrer en bicicleta estuvimos a punto de abandonar la misión. La subida era difícil para hacerlo en bicicleta sumado a esto, la falta de condición de ambas y la nula cantidad de agua que teníamos hacia casi imposible continuar con nuestro recorrido. Bastante agotadas físicamente y sin ganas de continuar nos encontramos con una vista que nos motivo a seguir, nos detuvimos a descansar un rato y aproveché a tomar fotografías, momento clave para motivarnos a continuar, viendo la belleza de la naturaleza y pensando en que estábamos en rodeada de un maravilloso bosque, alenté a mi amiga a continuar con el recorrido. Después de muchos kilómetros nos encontramos en el Valle, lleno de gigantescas rocas acomodadas perfectamente por la madre naturaleza, rodeadas de tan perfecta obra de arte decidimos darnos la oportunidad de descansar rodeadas de ellas, el tiempo ahí paso lento, maravilladas de la perfección con que la naturaleza trabajó para crear este valle, despedimos al sol.








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